ISAIAS 45
En este capítulo podemos confirmar el gran poder de Dios como creador del universo, sustentador de sus criaturas y gobernante del mundo. Como él no hay más. Es el gran yo soy, como el no hay otro.
Él nos escogió para que lo adoremos y vivamos para él. Promete darnos los tesoros que tiene escondidos, y están dispuestos para nosotros si los queremos recibir, nos llama por nuestro nombre, somos su especial tesoro (Éxodo 19:5). Nos ofrece su justicia y endereza nuestro camino torcido.
Dios ha dado todo por amor a nosotros, pero no todos aceptan tan grande amor.
Los que no lo aceptan y se levantan contra él, los que pleitean con el creador serán avergonzados. Tendrán que llevar la consecuencia de su rechazo.
Necesitamos humildad y sabiduría para aceptar nuestra posición como criaturas salidas de sus manos. Este reconocimiento hará que seamos sumisos a su voluntad, para así tener una relación más sólida y plena con El. Confiemos plenamente en él, no dudemos pues él está al control de todas las cosas.
Basta mirarlo a Él para que seamos salvos. Esto muestra la sencillez de la salvación, solo mirar.
Mientras el pueblo de Israel deambulaba por el desierto, a causa de su murmuración, Dios envió sobre ellos una plaga de serpientes ardientes que los mataban, Dios le dijo a Moisés que levantara una serpiente de bronce y todo aquel que la mirará, viviría. (Números 21:8). Los que creyeron se salvaron no por hacer algo, sino por mirar. Así mismo hubo muchos que no creyeron por lo tanto no miraron y la consecuencia fue la muerte.
La salvación nos es dada a través de mirar a Jesús, este es el verdadero enfoque, no nos miremos a nosotros mismos, quitemos la mirada de cualquier forma y ceremonia externa. Miremos a Jesús el autor y consumador de la fe. (hebreos 12:2) Cuando ponemos la mirada en Cristo el resultado es salvación por gracia y esta salvación se hace extensiva a todos los confines de la tierra pues Jesús murió por toda la raza humana.
Finalmente llegará el día en que se doblará toda rodilla en reconocimiento al gran Dios de justicia. AMEN.
Autor: Yaneth Herrera