AMOR PERFECTO
Jesús se sentía afligido y apesadumbrado. Sabía que Judas lo traicionaría con un beso, que sus discípulas no entendían su misión porque estaban pensando en un reino terrenal y los privilegios, todos huirían y lo dejarían solo, Pedro lo negaría… Tenía poco tiempo y era necesario dar los últimos consejos que eran urgentes e importantes. Estaba cerca la fiesta de pascua, donde se celebraba la liberación del pueblo del yugo egipcio. Había llegado el momento en que con mano fuerte y brazo poderoso debía, soportar el peso de todos los pecados y morir como el cordero de Dios que quita los pecados del mundo ya que el Padre había puesto todo en sus manos y Él iba al Padre.
Los discípulos sentados a la mesa para tomar la cena, esperaban a un siervo, como era la costumbre, para que les lavara los pies, ninguno se atrevió a comer porque consideraban que estaban sucios. La jarra, el lebrillo y la toalla estaban allí listos para que uno de ellos se dispusiera como siervo a lavar los pies de los demás, pero cada uno tenía dentro de sí pensamientos, sentimientos y emociones que no les permitieron ser siervos, no dieron muestra de querer servirse unos a otros. Poniendo a un lado su manto, Jesús se levantó tomo los implementos y empezó a lavar y secar los pies de cada uno de sus discípulos. Los amo hasta lo último, siendo divino puso su corona y vestidura reales a un lado, se dispuso como siervo y cumplió la tarea de siervo. Los discípulos no sabían nada de lo que Judas haría, solo Jesús leyó su secreto y aun así lavó, secó sus pies y luego lo alimentó.
Cuando le correspondió el turno a Pedro, indignado le dice al maestro que no se dejará lavar los pies de Él, pero Jesús le dice: -Ahora no lo entenderás, pero más adelante lo comprenderás y si no se deja lavar los pies no tendrás parte conmigo. El servicio que Pedro rechazaba era el acto de purificación de sus pecados, motivo por el cual vino Cristo a este mundo. Pedro no imagina el separarse de Cristo y ansioso le dice que no solo le lave los pies sino todo su cuerpo. La humildad verdadera consiste en recibir con corazón agradecido la provisión hecha a nuestro favor y servir en espíritu y verdad a Cristo nuestro cordero pascual.
En seguida compartieron la última cena pascual. Jesús anuncia que uno de ellos lo va a entregar; hubo asombro y consternación, Jesús le dio el pan a Judas, quien lo tomó y salió siendo de noche. Jesús tenía clara su misión, glorificar a Dios. Les da un mandamiento nuevo, AMENSE UNOS A OTROS COMO YO LOS HE AMADO, esto es lo que identifica a mis discípulos. Amorosamente previno a Pedro que lo negaría tres veces.
Mientras en el corazón haya lugar para los celos, el orgullo, la envidia, el deseo de supremacía y las disensiones estaremos lejos de tener comunión con Cristo. Jesús nos invita a seguir su ejemplo de abnegación y servicio, si es que lo consideramos maestro y Señor. Amaremos a las personas hasta el final; nuestros sufrimientos personales no serán justificaciones para dejar de amar, lucharemos por tener un espíritu de justicia y humildad, no expondremos en público las faltas de los otros, pero siempre diremos la verdad con cariño y tino puede. Cada día el Señor nos da la oportunidad de ser sus discípulos, Él nos lava, nos seca y es nuestro alimento, ¿te dispondrás en humildad y obediencia a seguir sus pasos cueste lo que cueste? ¿Lo negarás? ¿Lo cambiarás? No basta saber las cosas es necesario hacerlas.
Autor: Nelly Gomez.